El pasado 10 de abril, en el histórico Club de la Unión, la Fundación Casa del Hombre Doliente reunió a amigos, colaboradores y benefactores en su tradicional Cena de la Solidaridad, bajo el lema “Consomé caliente para el alma”. Con inicio a las 20h00, la velada fue conducida por el Dr. Miguel Cardozo y la Lcda. Andrea Hidalgo, quienes, con sobriedad y calidez, dieron la bienvenida a los asistentes y marcaron el pulso de una noche dedicada al servicio y la compasión.

Arte y solidaridad en escena

Tras un emotivo video institucional que repasó los hitos de la Fundación y la labor de sus voluntarios, los pasos alegres de la Academia de Danza Ana María Alvarado elevaron el espíritu de los presentes. A lo largo de la noche, las notas de Eddie Chiang, Miguel Hoyos y el Coro de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil se sucedieron, cada actuación celebrando la vida y el arte como vehículos de unión.

Palabras de agradecimiento de la Lcda. Rocío Vallejo

A mitad de la cena, la directora de la Fundación, Lcda. Rocío Vallejo, tomó la palabra para rendir homenaje al sentido de servicio que impulsa a cada voluntario y donante. Con voz firme y cercana, expresó:

“Cada gesto de colaboración que hoy celebramos no es solo un aporte económico, sino un acto de amor que fortalece nuestro compromiso con quienes más nos necesitan. Esta comunidad de corazones generosos es el pilar que sostiene el proyecto de brindar dignidad y cuidado a pacientes en situación de vulnerabilidad.” 

Su intervención recordó que el altruismo no conoce fronteras y que, sin la dedicación de cada colaborador, nada de lo vivido anoche habría sido posible.

JESÚS, AL VER LOS ENFERMOS

No se limitó a sentir compasión

Finalmente, el momento más emotivo de la noche llegó cuando Monseñor Luis Cabrera se acercó al centro del salón para bendecir el consomé. Con su característico tono sereno y lleno de calidez pastoral, Monseñor habló de la Misericordia como el corazón del Evangelio:

 

“Jesús, al ver a los enfermos, no se limitó a sentir compasión; actuó curándolos, acercándose a su dolor. Ustedes, al igual que Él, han visto la necesidad en los rostros sufrientes y han tendido su mano para ayudar”.


Con estas palabras, nos recordó que la solidaridad no es un gesto superficial, sino un llamado profundo a vivir la fe a través del servicio concreto.
La solemnidad de su intervención selló una noche en la que la fe, la compasión y el servicio se entrelazaron en un solo espíritu.

Galería Cena Solidaria

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